Una simple mortal, (su narradora) se presenta ante ustedes para hablar sobre una de las marcas de lujo más populares del mercado, jugando a ser una consumidora frecuente con un largo historial de compras y una colección de bolsos envidiable, como Carrie Bradshaw con sus Manolo Blahnik y fondos ilimitados en la tarjeta de crédito. Me encantaría admitir que la realidad supera a la ficción pero me conformo con soñarlo.
Las firmas de lujo representan un deseo aspiracional lejano por no decir imposible, ocupan una realidad cotidiana para pocos y otra muy distante para muchos y aún así hablamos de ellas con frecuencia, comentando sus colecciones, desfiles y novedades o incluso vemos sus influencias en marcas cercanas.
Las redes sociales nos permiten habitar realidades distintas, casi tan remotas como los escenarios plasmados por Roncagliolo, y me parece fascinante que la distancia esté delimitada por un dispositivo. Es así como llegamos a espiar la vida de influencers que llevan una vida repleta de ostentación, consumismo y excesos, dejándonos entrar en su mundo con una condición: volvernos prisioneras de su espectáculo. De esta manera conocemos los términos y condiciones para su funcionamiento y las marcas de lujo no son una excepción, sus reglas son tan fascinantes como su experiencia de compra.
Hermès cuenta con una particularidad entre sus competidores, acceder a sus piezas estrella, los bolsos Kelly y Birkin, no es tan sencillo como pedirlo en sus tiendas. Esconde en su estrategia un juego casi infantil, evocando emociones primitivas, emocionantes e insaciables. Se trata de establecer vínculos con tu vendedor, una larga lista de espera y un presupuesto desmedido para lograr que te ofrezcan alguno de esos bolsos aunque no coincida en el color y tamaño buscado. Es una carrera sin fin para invertir miles de dólares en un bolso que promete una vida exclusiva de fantasía y realización.
Esta maison se caracteriza por fusionar la tradición con la modernidad, entre lo artesanal y la elegancia sus piezas persisten al paso del tiempo por su atemporalidad, con modelos clásicos que se mantienen al margen de las tendencias que se evaporan cada vez con más facilidad.
Los sueños inspiraron este artículo, específicamente los narrados por Santiago Roncagliolo en su libro El material de los sueños (2018) en el que relata anécdotas protagonizadas por grandes celebridades detrás de las historias que crearon, como si de personajes cotidianos se trataran. Y entre sus páginas, me preguntaba acerca de las ficciones detrás de la moda y el lujo, sus orígenes simbólicos y las personalidades que rodearon a este mundo.
No hay moda sin cultura, menciona Valeria Sandler directora de Ni Idea Magazine, son universos que se comunican entre sí. La creación de las estrellas de Hollywood tienen una razón de ser, una necesidad de volver al glamour después de la Segunda Guerra Mundial que representará una fuente de inspiración para las mujeres de la época. Eran íconos que portaban un estilo único como solo ellas sabían hacerlo.
Y un artículo que leí hace varios años de Nora Mazzioti, Ador(n)adas de la cabeza a los pies: El vestuario de las estrellas de cine latinoamericanas de los años 1930 a 1950, publicado en la revista deSignis (2001), también fue parte de este proceso de inspiración y creación. Nora habla sobre las estrellas de cine: “Lo que ella luce, lo que cubre y adorna su cuerpo, la modela, le otorga un estilo. Son atributos que realzan y definen las cualidades de la star. Su sello de identidad” (Mazzioti, 2001, p. 227).
Uno de los fragmentos de Roncagliolo (2018) es protagonizado por Grace Kelly, que antes de ser princesa de Mónaco fue el diamante en bruto del productor, guionista y director de cine, Alfred Hitchcock. Como lo describe este autor, su estilo era una combinación de elementos de una niña rica de familia católica, discreta y correcta, lo contrario a una femme fatale, “la clave de su estilo radicaría precisamente en la decencia, incluso el pudor, de su belleza” (Roncagliolo, 2018, p.43). Creando así la imagen de una mujer virginal, sofisticada y de valores tradicionales que además de su encanto terminó convirtiéndose en la princesa de Mónaco, poniendo fin a la esfera pública que rodeaba su vida, a los rumores y el escándalo, un anhelo que perseguía con entusiasmo.
Pero en realidad el bolso Kelly se lanzó al mercado en la década de los 30 como Sac à dépêches, un bolso de viaje para las que hablamos en criollo y dirigido principalmente hacia celebridades o mujeres adineradas. A finales de los 50 Grace Kelly fue fotografiada con el bolso, usado para ocultar los indicios de su embarazo a la prensa, este simple acto originó una masividad que llevó al público a referirse a este bolso como “Kelly”, adoptando así el nombre de la estrella de cine.
Por otro lado Jane Birkin, actriz de la gran pantalla francesa, fue la representante de la juventud en los 60, un símbolo erótico también proveniente de una familia burguesa de artistas a diferencia de la familia conservadora de Grace Kelly. Protagonista de escándalos, un desnudo frontal y reconocida por personificar a la mujer sensual de la época Jane Birkin también desplegó su carrera musical. Distinguida por su estilo atrevido, glamuroso y bohemio, propio de una libertad artística sin límites.
Su historia con Hermès comienza por una casualidad que le dio origen a una de las piezas de lujo características de esta firma. A principios de los 80 Jane Birkin estaba sentada junto al director ejecutivo de la marca en un vuelo de París a Londres, Jean-Louis Dumas, este encuentro los llevó a conversar sobre la incómoda pero distintiva canasta de mimbre que Jane usaba como bolso, convenciendo a la actriz de diseñar un bolso flexible, espacioso y relajado para ella.
En una entrevista para Vogue Inglaterra la actriz confesó que le sugirió a Dumas crear un bolso más grande que el Kelly y más pequeño que la maleta Serge. La inspiración no fue solo la necesidad de la actriz sino también un modelo de bolso de piel acorde al bosquejo que Jane había trazado, un diseño que acompañaba su estilo.
Tres años después, en 1984 se lanza el bolso que lleva el nombre de la cantante y actriz británica, el Birkin inicialmente se introdujo al mercado en piel color negro y al igual que la Kelly se ampliaron sus colecciones en tamaños, colores y géneros.
Grace Kelly y Jane Birkin fueron protagonistas, influencers sin celular, de un legado en el imaginario colectivo, siendo referentes de estilo, moda y lujo y construyeron los sueños aspiracionales de Hermès, una elegancia atemporal que trasciende décadas.
Adquirir una pieza de lujo se convirtió en un sueño aspiracional desmedido, que a menudo nos hace cuestionar lo que realmente deseamos. Me genera una ambigüedad que se divide entre la fascinación por la historia de la construcción del lujo, sus musas y la esencia que comunican; y una pregunta recurrente: ¿qué sueño estamos persiguiendo, uno inalcanzable?
Quizás deberíamos preguntarnos cuál es el significado del lujo y si, en la búsqueda de lo excepcional estamos dispuestos a dejar de lado nuestra autenticidad. En un mundo lleno de etiquetas que definen un estatus irreal, podemos optar por crear nuestros propios sueños y usar a la moda como un vehículo para expresar la identidad propia construyendo una narrativa única. Así, el lujo se transforma de un símbolo de exclusividad a un reflejo de nuestra propia historia.
¡Qué interesante! me hace pensar en la relación entre la autenticidad y las musas de la nota, como se volvieron de una u otra manera referentes de la moda y de las carteras que hablas en particular y como siempre desde lo original se construye la copia/el deseo de un otro a obtener aquello que se impone ya por comodidad o por publicidad en un cierto sector. A la vez, más pensando en tus últimas palabras, es a partir de la diferencia que ellas encuentran un brillo, una diferencia que se puede explotar y a las que se las linkea hasta el día de hoy.
Pero nada, que ganas de una Birkin, recomendá marcas argentinas que hagan dupes similares porfa (cara de ojos brillosos pidiendo por favor).