Para las dos películas, Disney combinó la ficción con la historia polinesia para contarnos la historia de Moana: una joven líder que tras recibir una inesperada llamada de sus ancestros, debe emprender viaje hacia los lejanos mares de Oceanía para tener una aventura como jamás había vivido. Las leyendas y mitos son la columna vertebral de la narrativa, llevando a quién la ve a un mundo donde la conexión con la naturaleza y los dioses es profunda. Pero primero… ¿dónde queda la isla de Moana?
Polinesia
La Polinesia no es un país único, sino un grupo cultural y geográfico que incluye más de mil islas repartidas en diferentes territorios. ¡Es una gran agrupación que podría describirse como un triángulo de 30 millones de km del océano!
Las islas son relativamente pequeñas y dispersas, lo que crea un contraste con otras grandes regiones oceánicas. Este entorno aislado y vasto es precisamente lo que impulsa a Moana a desear explorar el mar, ya que el océano y la navegación son parte fundamental de su identidad cultural. Desde pequeña, Moana siente que su conexión con el agua y su deseo de aventura están en su sangre, y más allá de las expectativas de su padre, busca respuestas y propósito en el océano que rodea su isla.
Para aportar la mayor autenticidad posible al proyecto, los directores de la película, John Lasseter y Ron Clements, se desplazaron a varias islas del Pacífico para realizar una exhaustiva investigación de campo. Les tomó cinco años desarrollar y producir la película. Viajaron a Fiji, Tahití y Samoa. Allí contrataron a expertos de todo el Pacífico Sur para que les asesoraran sobre la representación cultural que buscaban proyectar en la película. Expertos de todo tipo, desde antropólogos, historiadores, lingüistas hasta tatuadores y pescadores se reunieron para asesorar sobre los detalles de la película.
Moana y el regreso a las tradiciones marítimas perdidas
Durante la primera película, el espectador se entera de que el pueblo de Motunui dejó de viajar hace mucho tiempo y estableció un tabú (palabra de idioma polinesio, que significa prohibición), por lo que nadie tiene permitido ir más allá de los arrecifes de la isla.
¡Esta prohibición fue real! Refiere a lo que los estudiosos llaman la «Larga Pausa» en la historia de la Polinesia Occidental. La región fue colonizada hace tres milenios y medio por personas que recorrieron miles de kilómetros para llegar a las pequeñas islas. Estas personas provenían de lo que hoy conocemos como Taiwán y las regiones cercanas. Utilizando habilidades avanzadas de navegación, que incluían la observación de las estrellas, las corrientes oceánicas y los patrones climáticos, los polinesios realizaron extensos viajes marítimos a través del Pacífico (¡justo como nuestra protagonista!)
Las islas del oeste (incluidas Fiyi, Samoa y Tonga) fueron colonizadas rápidamente, pero tuvieron que pasar otros dos mil años antes de que colonizaran las islas de la Polinesia central y oriental, como Tahití, Bora Bora, la isla de Pascua y Hawái. No existe razón registrada sobre por qué se tardó tanto en colonizarlas.
En el corazón del misterio de la «Larga Pausa», es donde Moana cobra vida. Durante generaciones, su pueblo ha permanecido en tierra firme, paralizado por la «oscuridad» que convirtió los mares en un enemigo traicionero. Es Moana, con su valentía y espíritu incansable, la que despierta en ellos la chispa del pasado, inspirándolos a redescubrir las antiguas artes de la navegación y a retomar su conexión con el océano. ¡A través de su viaje, los lleva a explorar un mundo que parecía perdido! Me resulta emocionante pensar que Disney tomó un hecho real y le buscó una vuelta de tuerca fantástica para explicar un misterio histórico. Al combinar la riqueza de las leyendas polinesias con su característico mundo de animación, la película nos da una visión nueva y maravillosa de lo que podría haber sido un simple relato del pasado.
¡Este hecho toma muchísima más relevancia en Moana 2!
Maui, el semidiós entre mitos y travesuras
El personaje de Maui es un semidiós importante en las leyendas polinesias. Según sus mitos, Maui realizaba hazañas heroicas, como pescar islas del océano y robar el fuego para los humanos.
Es una especie de creador para los polinesios, “le dio fuego a los hombres cuando cayó la noche e hizo frío, le dio el sol cuando no tenían luz y les dio el mar cuando tenían sed”. Es una figura central en las leyendas de muchas culturas polinesias, y sus historias varían según la isla y el grupo cultural. Pero algunos rasgos comunes incluyen su capacidad para cambiar de forma, su fuerza sobrenatural y su rol como héroe cultural capaz de realizar hazañas extraordinarias para beneficiar a la humanidad.
En la mitología polinesia tradicional, Maui es descrito como un personaje dual: astuto y pícaro, pero también benevolente y protector, que utiliza su ingenio para ayudar a su gente. Sin embargo, a veces sus travesuras pueden traer consecuencias negativas, como cuando robó el corazón de Te Fiti, que desata la serie de eventos en Moana. Y quién sabe, ¡dando inicio también a la “Larga Pausa”!
Moana 2, mis impresiones
La película es HERMOSA, hasta me atrevo a decir que me gustó más que la primera. La tarea que tiene ahora Moana es muchísimo más desafiante que la anterior: descubrir una isla antigua que ha sido maldita por un dios perverso, ¡para poder conectar a la gente de todas las islas de todo el océano! Un deber titánico, impuesto por sus ancestros y que a Moana le resulta extremadamente desafiante.
Me considero una FAN absoluta de Moana. Siento una profunda admiración por su valentía, su sentido de la responsabilidad y el amor incondicional por su gente. La forma en que la presencia de su hermanita pequeña la impulsa a seguir adelante con su misión, convirtiéndose en su principal fuente de motivación, me conmueve profundamente.
Me fascina cómo la película refleja la profunda conexión de los isleños con la naturaleza, un aspecto fundamental de la cultura polinesia. Para ellos, cada elemento del entorno —el agua, la arena, la tierra— no solo es parte del paisaje, sino que tiene vida propia y un significado espiritual. Esta creencia se transmite de generación en generación, creando un vínculo armonioso entre las personas y el mundo natural. En Moana, este lazo se refleja en la relación única que la protagonista tiene con el océano, un lazo que va más allá de lo físico y se convierte en algo profundo. El amor de Moana por el mar también se transmite a su hermanita, un gesto que representa el más puro acto de amor y legado. Es como si pasara a la próxima generación el mismo respeto y conexión con el océano.
Las canciones de Moana realmente me cautivaron, y ahora comprendo mejor la importancia de contar esta historia a través de la música. En la cultura polinesia, la música siempre ha jugado un papel fundamental como medio para transmitir conocimientos, tradiciones y la historia de su pueblo. A través de las canciones, las generaciones pasadas compartían sabiduría sobre la navegación, la naturaleza y las leyendas de sus ancestros. De manera similar, el musical de Moana utiliza las canciones no solo para impulsar la narrativa, sino también para profundizar en el legado cultural, permitiendo que las emociones y los valores se transmitan de una forma que va más allá de las palabras. Al integrar música en el relato, la película homenajea esa tradición polinesia de contar historias mediante melodías.
Moana me dejó profundamente impactada. La película no solo es un viaje épico de aventuras, sino también un hermoso mensaje sobre la valentía y el poder de descubrirse a uno mismo. La protagonista enfrenta sus miedos y nos enseña que el verdadero coraje no está en evitar los desafíos, sino en afrontarlos. Nos muestra la importancia de tener la determinación para seguir nuestros sueños y la necesidad de encontrar nuestro propio camino. El descubrimiento personal y el amor por el hogar son temas poderosos que, a través de su historia, nos invitan a reflexionar sobre nuestras propias vidas. Sin duda, Moana es un recordatorio emotivo de que todos tenemos algo valioso que aportar y que, a veces, el viaje más grande es el que hacemos hacia nuestro interior.
¡Ya en cines!
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